Un hombre se confunde, gradualmente,
con la forma de su destino, un hombre es,
a la larga, sus circunstancias.
Más que un

descifrador o un vengador, más que un
sacerdote del dios, yo era un encarcelado.
Del incansable laberinto de sueños yo
regresé como a mi casa a la dura prisión.
Bendije su humedad, bendije su tigre,
bendije el agujero de luz, bendije mi viejo
cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.
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Jorge Luis Borges
fragmento
La_escritura_de_Dios
El_Aleph (1949)
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